Feliz Día de las Madres
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Madre eterna |
La madre lo es todo a la vez: sagrada y terrena, piedra y estrella, aurora y ocaso, enigma y sangre, campana y silencio, milicia y ternura… Ella es como la tierra fértil, siempre dando nacimiento y siempre sepultando muertos, perpetuando incansablemente la vida a través de generacciones inmortales.
Para cumplir este destino sagrado y telúrico a la vez, la mujer, para ser madre y al ser madre, renuncia y pierde su personalidad y se sumerge en forma anónima en la corriente de las generaciones. La madre no tiene identidad personal; es, simplemente, la «señora de…», «la mamá de…». Es, esencialmente, entrega. Pertenece a alguien. No posee, es propiedad.
Pero, así como la hora del alumbramiento se desenvuelve tras la cortina, así todo el heroísmo de la vida de la madre transcurre en profunda sencillez, exenta de patetismo. Sufre y calla. Llora ocultamente. De noche, vela. De día, trabaja. Ella es candelabro, los hijos son la luz. Da la vida como la tierra: silenciosamente. Ahí está la raíz de su grandeza y belleza.
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