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El Salvador ha crecido en familia

La Sagrada Familia
«El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría,
y la gracia de Dios estaba con él»
Lucas 2:40
El Salvador ha crecido en familia
La Sagrada Familia de Nazaret tiene una doble significatividad:

  • Por un lado, es vivencia de la alegría celebrada por la Familia de Jesús, la de Nazaret, que se manifiesta en medio de una realidad concreta y,
  • Por otro lado, se convierte en el reto de un mayor compromiso para ofrecer a cada persona, especialmente a las más pequeñas, una familia capaz de cuidar y acompañar el desarrollo pleno de la vida.

La vida de una familia, cualquiera familia, tiene historias, personalidades, secretos, problemáticas, ilusiones, caminos, esperanzas. Es en la familia concreta de cada quien, donde empieza a formarse la personalidad, comienza a cultivarse los valores, los principios, se inicia el multifacético carácter, los sentimientos, los ideales.

Necesitamos tener presente las múltiples situaciones que afectan hoy a las familias. Muchas se hunden ante las problemáticas. Por eso hoy es el tiempo, no para hacer teorías, sino para despertar nuestra solidaridad con aquellas personas, especialmente niños, los más vulnerables, que necesitan apoyo, respeto y ayuda efectiva, no con lo que nos sobra, sino con lo que pueda cambiar su tristeza, su incertidumbre, su hambre y su indefensión.

Ayúdanos, Señor, a hacer de nuestras familias la iglesia doméstica donde Tu reines, y todos, hijos, familiares, amigos y conocidos, encuentren un remanso de paz, alegría, bienestar y amor de Dios; y en especial los pobres y necesitados encuentren en nuestras casas acogida, calor y ayuda generosa.

Lucas 2:22-40
Evangelio según San Lucas – Capítulo 2
Presentación de Jesús en el Templo
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor». También debían ofrecer un sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Angel lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel».

Profecía de Simeón
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».

Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casa en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Visita oculta de Jesús en Nazaret
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

Presentación del Señor

Presentación del Señor

popularmente conocida como
la Candelaria o la Fiesta de la Luz

«Luz para iluminar a las naciones»
Lucas 2:32
Celebramos la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo. Fue presentado no sólo para cumplir la ley, sino sobre todo para encontrarse con el pueblo creyente. Allí Simeón y Ana, impulsados por el Espíritu Santo, reconocieron en aquel niño pequeño al Salvador, venido de parte de Dios para ser Luz de todas las gentes.

Ante Jesucristo nadie puede quedar indiferente. El encuentro con Él provoca ineludiblemente un posicionamiento, obliga a tomar una decisión.

Hoy Jesucristo te ofrece su luz; tómala y decídete a iluminar tu vida. Deja que tus obras resplandezcan. Opta por el camino que lleva a la luz y rechaza las sombras de muerte. La decisión que se toma ante la llamada de Cristo, descubre los sentimientos del corazón.

Que seamos como Jesús: fuego de Dios que vence aquellas barreras que apagan la alegría, la ternura, la bondad, la amistad, la solidaridad, la esperanza y la paz; luz que cambia la guerra, violencias, desigualdades e injusticias por una nueva humanidad.

Lucas 2:22-40
Evangelio según San Lucas – Capítulo 2
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor». También debían ofrecer un sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Angel lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».

Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casa en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.