La Transfiguración de Jesucristo
«Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo»
Marcos 9:7
La consigna es: Escuchar y andar
Colocar la Transfiguración al comienzo de la Cuaresma es un signo manifiesto del sentido pascual de este tiempo de Gracia. Mantengamos fijos los ojos en Dios, que amó a la humanidad hasta el extremo de entregar a su Hijo para salvarla. Mantengamos la mirada puesta en Jesús. Su Transfiguración está señalando la meta del camino cuaresmal, que no es otra que la resurrección y glorificación de Jesús. El Jesús de la Transfiguración es el mismo Jesús glorioso de la Pascua.
A los discípulos de hoy nos acosa la misma tentación que a Pedro: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Estas son las tiendas de la comodidad, del buen vivir, de la desidia espiritual, de la pereza. Con Jesús se está bien en estos días de Cuaresma, escuchando su Palabra, participando en encuentros de oración, celebrando los misterios de Dios en los sacramento de la reconciliación y en la eucaristía.
Jesús nos invita a bajar del monte para integrarnos en la sociedad, en el bullicio del mundo donde transcurre nuestra existencia. Ahí tenemos que realizar la tarea de cada día con el espíritu de Jesús transfigurado. Es decir: como hombre y mujeres nuevos, renovados, transfigurados.
Para poder «transfigurar» el mundo a la imagen de Jesús transfigurado, tenemos que empezar por dejarnos transfigurar nosotros. Esta es la sopresa que hemos de reservar a nuestros familiares, a los amigos, a nuestra comunidad, en el día de la Pascua.
Marcos 9:2-10
La transfigucación
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevo a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo». De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
La venida de Elias
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significará «resucitar de entre los muertos».
Comentarios