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Morir para vivir

El que quiera servirme que me siga
«Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado»
Juan 12:23
Morir para vivir
Jesús se acerca el tiempo de tu «hora» y sientes angustia y gozo, porque ves en ella dolor y gloria a la vez. Ayúdame a compenetrarme en tus sentimientos y en tu visión, para que sea capaz de experimentar tu «hora» en mi corazón.
Hablas de tu «hora» como el grano de trigo que muere en la tierra para germinar en espiga, porque sabes que al morir no sólo no caerás en el olvido, sino que darás más vida. Es la hora de tu triunfo, porque tuviste que morir para vencer la muerte con tu resurrección y someter al Adversario que tiraniza al mundo, al tiempo que lleno de gloria junto al Padre atraes hacia ti todo cuanto existe.
Tú nos muestras cómo, muriendo, adquirimos la vida. ¡Qué grande es la muerte desde esta perspectiva!. Pero no se trata sólo de morir al final de la vida, sino como tú, morir día a día a los contravalores del reino, al egoísmo y la mentira, a la falsedad y la pasividad, al dominio de ideologías y las personas sobre nosotros.
Lléname de tu amor para que sepa morir como tú. Hazme ver qué clase de actitudes, sentimientos, deseos o acciones quieres que «muera», y fortaléceme para que tenga el valor de dejar lo que me impide amar y dar frutos de vida eterna contigo.
Jesús anuncia su glorificación por la muerte
Entre los que había subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús.
El les respondió: «Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre. Mi alma ahora está turbada, ¿Y qué diré: «Padre, líbrame de esta hora? ¡Sí, para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!».
Entonces se oyó una voz del cielo: «Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar». La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel». Jesús respondió: «Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes. Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí». Jesús decía esto para indicar cómo iba a morir.

Dios nos hizo revivir con Cristo

Tanto amó Dios al mundo
«Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo,
sino para que el mundo se salve por él»
Juan 3:17
Dios nos hizo revivir con Cristo
Hemos sido creados para ser hacedores de bien, de felicidad, de fraternidad. Pero el pecado obstaculiza el amor, le pone trabas, rompe la comunión y la armonía interior. Pero Dios tiene una palabra más definitiva que el pecado y la muerte: Salvación. Pero a la Salvación no accedemos por nuestros méritos sino por la fe en Cristo. La Salvación es puro regalo de Dios.
Qué difícil mirar y ver al Crucificado y no conocerlo, conocerlo y no amarlo, amarlo y no seguirlo. Jesús crucificado atrae hacia sí mismo cualquier tipo de muerte para transformarla en vida, cualquier desesperación para transformarla en esperanza. El Hijo del Hombre en la Cruz irradia verdad, bondad y perdón, que son el rostro visible del amor.
Quien fije su afecto y razonamiento en Jesús crucificado no podrá dejar de preguntarse por la calidad de su amor. Y tampoco dejará de preguntarse por la calidad de su entrega, de su generosidad y de su modo de proceder ante las situaciones complejas de la vida.
Que la Cruz de Jesús haga más viva nuestra fe y nos habilite para ser amables ante toda dureza, sensatos ante toda insensatez, abiertos ante toda cerrazón, agudos ante toda simplonería, sencillos ante toda prepotencia y lúcidos ante las tinieblas que apagan la vida.
Entrevista con Nicodemo
«De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios».

Jesús viene a renovar todo

No darás culto a otros dioses fuera de mi
«no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio»
Juan 2:16
Jesús viene a renovar todo
Con su visita al templo, Jesús realiza una acción llena de significado: devolver al templo su dignidad, como lugar de oración y de culto a Dios. Jesús viene a renovarlo todo, también el templo, signo de la presencia de Dios.
Del templo de piedra, Jesús pasa a hablar de otro templo: su propia humanidad. En adelante ya no será el templo de Jerusalén el signo más importante de la presencia de Dios en el mundo. Jesús con toda su humanidad será la presencia viva de Dios entre los habitantes del mundo.
Es una clara llamada a evitar que nuestros templos, las cosas de Dios y la misma comunidad eclesial se conviertan en lugares de negocios. Más aún, a que demos la mayor importancia, no al templo de piedra, que puede ser un edificio, un colegio, una organización, sino al templo vivo que es Jesús. Quien, como auténtico templo, acoge a todos, incluye a todos, donde todos son iguales. Quien edifica o cuida un templo así, haría realmente un templo y un santuario de Dios.
Pidamos a Dios nos de la gracia de convertir nuestros hogares, trabajos, lugares de encuentro, iglesias, comunidades cristianas y religiosas, en templos santos y vivos, donde la fraternidad sea el único negocio que nos ocupa, y donde la misericordia ocupe todos los mostradores de nuestra tienda.
La purificación del Templo
Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio».
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá. Entonces los judíos le preguntaron: «¿Qué signo nos das para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar». Los judíos le dijeron: «Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?».
Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.
Estancia en Jerusalén
Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de Pascua, muchos creyeron en su Nombre al ver los signos que realizaba. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que lo informaran acerca de nadie: él sabía lo que hay en el interior del hombre.

La consigna es: Escuchar y andar

La Transfiguración de Jesucristo
«Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo»
Marcos 9:7
La consigna es: Escuchar y andar
Colocar la Transfiguración al comienzo de la Cuaresma es un signo manifiesto del sentido pascual de este tiempo de Gracia. Mantengamos fijos los ojos en Dios, que amó a la humanidad hasta el extremo de entregar a su Hijo para salvarla. Mantengamos la mirada puesta en Jesús. Su Transfiguración está señalando la meta del camino cuaresmal, que no es otra que la resurrección y glorificación de Jesús. El Jesús de la Transfiguración es el mismo Jesús glorioso de la Pascua.
A los discípulos de hoy nos acosa la misma tentación que a Pedro: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Estas son las tiendas de la comodidad, del buen vivir, de la desidia espiritual, de la pereza. Con Jesús se está bien en estos días de Cuaresma, escuchando su Palabra, participando en encuentros de oración, celebrando los misterios de Dios en los sacramento de la reconciliación y en la eucaristía.
Jesús nos invita a bajar del monte para integrarnos en la sociedad, en el bullicio del mundo donde transcurre nuestra existencia. Ahí tenemos que realizar la tarea de cada día con el espíritu de Jesús transfigurado. Es decir: como hombre y mujeres nuevos, renovados, transfigurados.
Para poder «transfigurar» el mundo a la imagen de Jesús transfigurado, tenemos que empezar por dejarnos transfigurar nosotros. Esta es la sopresa que hemos de reservar a nuestros familiares, a los amigos, a nuestra comunidad, en el día de la Pascua.
La transfigucación
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevo a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo». De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
La venida de Elias
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significará «resucitar de entre los muertos».

Los discípulos también se ven sometidos a la prueba

Superada la prueba, Jesús empieza la misión
«Conviértanse y crean en la Buena Noticia»
Marcos 1:15
Los discípulos también se ven sometidos a la prueba
Antes de empezar su misión de anunciar la llegada del reino de Dios, Jesús es sometido a una prueba de fidelidad. En su tiempo existía una gran parte de la sociedad que pensaba en un Mesías investido de poder, cuya misión sería imponerse por la fuerza a los enemigos de Israel. Durante los cuarenta días en la soledad del desierto, Jesús se dispuso para iniciar su misión. Cuando los tiempos de Dios alcanzaron su plenitud, se dirige a Galilea y se puso proclamar la Buena Noticia.
Los discípulos de Jesús no podemos sorprendernos de vernos sometidos a prueba. Si el Señor y Maestro lo fue, con mucha mayor razón lo seremos sus discípulos. Nunca Dios nos puede tentar a hacer el mal. Cada uno es tentado por sus malos deseos, que conciben y dan a luz al pecado. Muchos de estos pecados engendran muerte y llevan a la muerte. No nos dejemos engañar, Dios solo mueve a realizar lo que es bueno y perfecto.
La presencia del reino de Dios irrumpe con fuerza. Exige una decisión. La decisión se llama «conversión». No se trata de un simple cambio en la manera de pensar. La conversión que exige Jesús significa un giro radical en la vida, que alcanza todos los estratos de la persona y de su entorno social: lo privado y lo público, la ética y la política. Todo esto abarca el reino de Dios.
Por lo que respecta al pasado, hay que reconocer los errores y ponerse en el buen camino. De cara al futuro, hay que asumir los valores y propuestas del reino de Dios como tarea permanente. La conversión será efectiva cuando estos valores que Jesús anuncia se hagan visibles en la propia vida y en el entorno social donde nos movemos. La renuncia al pasado pecador no es suficiente. Hay que optar positivamente por la novedad de la Buena Noticia. Esta es la tarea que tenemos por delante en la cuaresma.
Tentaciones en el desierto
En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían..
Jesús inicia su predicación
Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia».