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Domingo de Resurrección

¡Cristo ha resucitado!
«él debía resucitar de entre los muertos»
Juan 20:9
Domingo de Resurrección
Estamos en el primer domingo de Resurrección y la Palabra de Dios nos invita a una fe arraigada en la experiencia del Resucitado.
No fue la fe de los discípulos la que fundó la realidad de la resurrección, sino la realidad del Resucitado la que fundó la fe. Una fe que hunde sus raíces en la amistad personal y comunitaria con Dios y en la que nos descubrimos hijos amados. Esta relación de hijos sólo se da a partir de nuestra unión personal con Jesús, que es el rostro visible de Dios Padre.
Crecer en la fe equivale a un camino progresivo de asimilación de la vida de Jesús, es decir, conocerlo hasta llegar a ser su amigo personal y su testigo. En esta amistad y testimonio se descubre el alcance del amor, la grandeza del perdón y la fuerza de la misericordia. Porque el único ámbito en el que progresamos en la fe es en el «amor desinteresado».
A la luz de la vida de Jesús, el crecimiento en la fe no sigue una línea de ascenso (hacia arriba), que es lo propio y distintivo del amor. Crecer y madurar es ir hacia abajo, es humildad y sencillez.
Que la experiencia del Resucitado nos coloque cada día de cara a la misión de comunicar sin miedo ni reservas, la fe, la libertad y la esperanza que nos funda.
¡Cristo ha resucitado!
¡Aleluya!
El sepulcro vacío
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

Domingo de Resurrección

¡Cristo resucitó! ¡Aleluya!
“él debía resucitar de entre los muertos”
Juan 20:9

“Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre!. Que Él,que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso.»
Papa Francisco
Domingo de Resurrección
Al celebrar la memoria en este día de la resurrección de Jesús, no es suficiente quedarnos con la información que los libros sagrados nos ofrecen sobre este acontecimiento, y renovar nuestra confesión de fe en la resurrección de Jesús. En adelante, nuestro estilo de vida ha de estar penetrado por completo del espíritu que brota de su resurrección.

¡Cristo resucitó! ¡Aleluya!
Señor, Jesús,
que resucitaste de entre los muertos para nuestra salvación. La alegría se desborda en mi corazón, para celebrarlo con agradecimiento.
Gracias, Señor,
porque me enseñaste que la muerte es superada por la vida; que el dolor y el sufrimiento pueden terminar en dicha y felicidad; que el sacrificio y la mortificación tienen un valor y eficacia redentores de primer orden.
Quieres, Señor,
que vivamos alegres y agradecidos, orientados por tu Resurrección, y que seamos fieles a tu gracia y a los compromisos del auténtico amor de Dios. Se que merece la pena, y que es posible porque Tu resucitaste, estás ahora a nuestro lado y vas siempre con nosotros por el camino de la vida.
Quiero, Señor,
“sentir” tu presencia amorosa en mi vida, para que nunca me canse de hacer el bien. En esta sociedad secularizada quiero que resplandezca tu Resurrección con mi alegría y generosidad con mi entrega y honradez cristiana, es decir con santidad personal y apostólica.
Juan 20:1-9
Evangelio según San Juan – Capítulo 20
El sepulcro vacío
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.