La reconciliación |
Si albergas en tu corazón
enemistad contra tu hermano,
no sólo amargas tus propios sentimientos:
cierras también
los ojos y el oído de Dios
a tu presencia y a tu voz.
La carga del rencor sobre tus hombros
te impide subir las escaleras del altar
y ser allí acogida tu ofrenda y tu oración.
Si quieres ser oído y atendido
vuelve a reconciliarte con tu hermano.
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