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Jesús en la historia

Santísimo Nombre de Jesús
El nombre «Jesús» es la forma latina del griego «Iesous»,
que a su vez es la transliteración del hebreo
«Jeshua» o «Joshua», o también «Jehoshua»,
que significa «Yahveh es salvación»
«la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros»
Juan 1:14
Jesús en la historia
El prólogo del evangelio de Juan pone de manifiesto la existencia de la Palabra como anticipo a todo lo demás, afirma de ella que existía desde siempre y junto a Dios, incluso en el momento mismo de la creación.

Proclama a Jesús como la Palabra o Logos, la manera hebrea de expresar que «el decir y el hacer» de Dios van siempre de la mano, y un término de la sabiduría griega para designar a Dios.

Jesús existe desde toda la eternidad, en unidad con el Padre, y es Dios como él; por él, por Jesús, fue creado el universo entero. Después asumió nuestra carne, se hizo uno de nosotros para podernos decir quién es Dios. Sólo él nos puede revelar cómo es Dios, puesto que es su Hijo único, la Palabra hecha carne.

Señor,
que te nos muestras tan cercano y asequible en Belén, y te presentas como el mejor maestro, el inmejorable testigo, y el ejemplar modelo de vida y santidad, de verdad y de justicia, en tu peregrinaje histórico por las tierras de Palestina. Gracias por tus enseñanzas, tus palabras y tu ejemplo.

Gracias, Señor,
por tu palabra hecha carne, convertida en presencia histórica, y por tanto en fuente de vida, que ilumina y transforma el corazón de todos los hombres, que te reciben con fe y humildad, y te siguen con alegría y fidelidad.

Juan 1, 1-18
Evangelio según San Juan – Capítulo 1
Prólogo
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.

Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era luz, sino el testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él, al declarar: «Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo». De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.